Hace 13.770 millones de años, una pequeña partícula dio origen a todo nuestro infinito cosmos. Me maravilla pensar cómo el filósofo Alan Watts, que decía que “Cada persona es una manifestación única del todo, ya que cada rama es una extensión particular del árbol”.
Los planetas, las estrellas, nuestros ríos en la tierra, los dedos con los que estoy escribiendo en este momento, incluso mis pensamientos son parte de un gran y único organismo, un organismo donde todos estamos conectados. La expansión del universo desde ese primer momento, ha creado millones de galaxias, planetas, espacios oscuros e incluso el vacío que nos conecta.
Nuestro cerebro racional, tal vez una extraña mutación de esta expansión o un regalo para el que muchos no estamos preparados, vive constantemente en una conversación que busca explicaciones, una conversación que busca certezas, certezas para morigerar la incomodidad de las preguntas y encontrar un sentido a este viaje inmenso que partió hace 13.770 millones de años y que para tranquilidad de este órgano parlanchín, nos tratamos de convencer de la veracidad de estas historias. Nos incomoda sentirnos vulnerables, los sentimientos y las emociones de nuestro cerebro reptiliano nos gobiernan, el hambre, el frío, los celos, las suposiciones, un grupo de alertas importantes como los mecanismos que nos advierten de peligros físicos, se mezclan con las alertas de peligros inexistentes y que solo viven en nuestra mente.
El biólogo Humberto Maturana decía que nuestro cerebro racional es la herramienta que tenemos para explicar nuestras emociones. Vivimos creando relatos, relatos que nacen de las conversaciones, conversaciones que nacen de lo que vamos sintiendo, explicamos esos sentimientos con relatos y vamos compartiendo esos relatos con otras personas que tratan de explicar también sus sentimientos. Cuando se hace el clic entre los relatos de más de una persona, se van formando conexiones cada vez más fuertes.
Muchas conversaciones crean relatos, la repetición de los relatos sumando a muchas personas, van creando nuestros sistemas de creencias. De esta forma vamos explicando nuestro viaje en este universo, una vida muy pequeña si consideramos que como máximo dura 100 años en algunos casos y que esos 100 años parecen insignificantes si los comparamos con los 13.770 millones de años de la existencia de nuestro universo. Los países, las religiones, la cultura, las universidades, los grupos políticos, la astrología, los institutos, los centros comunitarios, los equipos de fútbol, los grupo de jugadores de LOL, las tribus urbanas, la filosofía, la historia escrita por personas de estos mismos grupos con sus relatos contaminados por los sistemas que quieren preservar.
Todos estos relatos van dando tranquilidad a la mente de las personas, tranquilizan al monito tamborilero de nuestra mente, como lo nombra algunos budistas. Esta tranquilidad se vuelve un bálsamos para nuestras vidas, ya no hay incomodidad, podemos aferrarnos a algo, ya no somos uno más de los infinitos componentes de 13.770 millones de años. Ya no tenemos que imaginarnos algo tan vasto que nuestra mente racional intenta abarcar y en su capacidad y solo con las herramientas racionales es imposible que lo comprenda. Así nace la competencia por imponer el sistema al cual cada uno de nosotros pertenecemos. El sistema político o el sistema religión o el sistema signo zodiacal o el sistema equipo de fútbol del que soy hincha. Los tratamos de imponer porque un cuestionamiento al sistema del que somos parte, nos devuelve a la incomodidad de navegar por un cosmos sin explicación racional. Esto explica la violencia con la que tratamos de defender por ejemplo el sistema país o el sistema religión, una desestabilización de los relatos de estos sistemas, nos devuelve al vacío y a la incertidumbre incómoda.
Los avances de la ciencia, nos hacen vivir más años, pero con un cuerpo que inexorablemente se va deteriorando. Los candidatos que lideran los sistemas políticos de creencias son los mismos de siempre, Donald Trump pretende ser candidato en las próximas elecciones con 76 años, Lula en Brasil fue elegido presidente con 77 años y Joe Biden, el presidente de Estados Unidos tiene 79 años.
Esta es la razón por la que muchos jóvenes sienten que nuestra era es un sinsentido, no hay conexión de sus sentimientos y de sus mentes con el mundo al que llegaron. La realidad virtual y los Metaversos prometen entretener cada día más a la mente inquieta de nuestros jóvenes y de nosotros los no tan jóvenes, para alejarla de la incomodidad de la incertidumbre, de la incomodidad del cuestionar los sistemas que hoy hemos desarrollado. TikTok es el gran sedante del día a día de miles de millones de personas en el mundo, mantiene ocupado al cerebro racional con mini videos que utilizan al cerebro reptiliano para hacernos sentir emociones, emociones que nos hacen seguir viendo más videos, vamos entregando datos sin darnos cuenta, para que el algoritmo de TikTok siga aprendiendo de nuestros sentimientos y de esta forma siga mostrándonos más videos que nos gustan en un ciclo infinito de conexiones, que continúa incluso cuando no estamos viendo la aplicación.
El virus de TikTok ya se incubó en nuestra mente y nuestra mente comienza a convencerse de los relatos que los mini videos nos entregaron, de esta forma estos relatos afectan a nuestros sentimientos, los sentimientos de las personas que nos rodean y en consecuencia al sistema al que pertenecemos. El poder de estas plataformas y la importancia estratégica para los líderes de los sistemas políticos y empresariales, queda de manifiesto estas últimas semanas. Para Elon Musk tomar el control de Twitter es un arma fundamental para estar en las conversaciones del planeta, las conversaciones que crean relatos y los relatos que refuerzan uno u otro sistema. Mark Zuckerberg por otro lado refuerza su apuesta para crear nuevos universos que permitan a las personas abrir nuevas conversaciones en mundos inmersivos de realidad virtual en su empresa Meta. Para él, tener el control de estos mundos le da el poder que hoy tiene con Facebook, Instagram y WhatsApp de estar omnipresente en nuestras conversaciones.
La información que vamos generando segundo a segundo con nuestras conversaciones en múltiples formatos, es el objetivo más preciado de todas estas empresas, incluidas las Bigtech Apple, Amazon y Google. De una u otra forma, todos van por nuestras conversaciones, nuestras conversaciones en formato de compra en Amazon, en formato de búsquedas en Google, en formato de todo en Apple, digo formato de todo porque en el ecosistema Apple hacemos de todo, desde hacer llamadas, bajar Apps, escuchar música y escribir nuestras vidas.
En mi relato personal, quiero creer los relatos de Alan Watts, quiero creer que soy parte de todo este infinito Cosmos, sin ser superior ni inferior a nada, “Porque cada átomo de mi cuerpo que me pertenece, también te pertenece”, como decía el poeta Walt Whitman.
Independiente del relato o el sistema que deje tranquila a tu mente y al grupo al que perteneces, creo que es fundamental entender la importancia de las conversaciones, volver al importante hábito de la lectura, entender nuestras vulnerabilidades, compartir nuestros sentimientos. Estas son todas recomendaciones para mí, porque he sido muy malo en eso, esta reflexión que escribo un día domingo no es desde un sistema en particular y no tiene la intención de dar cátedra. Es solo una reflexión que nace de mis sentimientos y que mi cerebro racional trata de traducir.
¿Por qué la comparto? Porque me gusta conversar, porque me gustaría ocupar mi tiempo en crear espacios de conversación que nos permitan descubrir nuevos relatos y seguir sintiéndome parte de este gran organismo de 13.770 millones de años, estar atento a los Espacios Vacíos y descubrir las oportunidades de estas vidas…
Apaga la tele y lee…