Hace un par de meses, se produjo una revolución en las noticias y en redes sociales a raíz del lanzamiento de la plataforma ChatGPT. El fenómeno se hizo viral, provocado que millones de personas ingresaran a probar qué les respondía esta inteligencia artificial.
La tecnología nos fascina, pero también nos asusta lo rápido que avanza, pero lo cierto es que nada es casualidad. Estas empresas como Open IA, Tencent o Google vienen año tras año invirtiendo en nuevas tecnologías, nuevos conocimientos, nuevas formas de trabajar.
Amazon, por ejemplo, compró a Alexa en el año 1999, o sea hace casi 20 años, pero sólo en los últimos años nos maravillamos con su capacidad de “escuchar” nuestras solicitudes y hacer transacciones como por arte de magia. Facebook compró a Instagram en el año 2012, empresa que hoy es fundamental para el ecosistema de negocios de Facebook. El Lean StartUp, que es el método estructural que la mayoría de estas empresas utilizan para desarrollar sus soluciones, fue escrito por Eric Ries el año 2011.
Este nuevo conocimiento y estas nuevas tecnologías han permitido el rápido avance de Silicon Valley en el mundo de la innovación. Nos maravillamos con su ecosistema de Venture Capital, conexiones, innovaciones y empresarios exitosos. Pero tenemos que considerar que todo este desarrollo de Silicon Valley comenzó en los años 50 y que se ha configurado al conectar a empresarios que reinvierten sus utilidades en nuevas empresas, las empresas son parte del día a día de las universidades y muchas startups han nacido precisamente en las salas de clases de las universidades.
Todo lo anterior nos debería obligar a reflexionar sobre la manera en que estamos haciendo las cosas, sobre todo después del boom de la digitalización producto de la pandemia.
No podemos seguir obligando a nuestros empleados a desplazarse enormes distancias para ir a trabajar. No podemos seguir enseñando en nuestros colegios, institutos y universidades de la misma forma en que lo hacemos hoy. No podemos seguir entregando las mismas herramientas del siglo XX, en un siglo como el XXI, donde el petróleo ya no se extrae desde el fondo de la tierra con grandes plataformas, si no que se extrae desde grandes servidores de información que almacenan los datos que dejamos en las redes sociales, Plazas Digitales y sistemas computacionales.
Una nueva forma de hacer las cosas es posible y es urgente. En Latinoamérica no nos podemos quedar atrás de este radical cambio de la forma de hacer las cosas. Debemos actuar ahora. Creo que el paso siguiente y urgente es democratizar este conocimiento, incorporar estos conceptos en institutos técnicos, en los operativos de las empresas, en las personas menos afortunadas, que no han podido acceder a una educación formal.
Cualquier transformación parte del ser humano, la tecnología, los modelos de negocio, los maravillosos vuelos espaciales, las nuevas vacunas, son todos resultados de una nueva forma de hacer las cosas. Hagamos las cosas diferentes, cualquier cambio depende de ti, vuelve a tu centro, respira tranquilo, aprende y da el primer paso.